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Silvina - Palermo

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Tomatis

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Debo a la conjunción de un amigo y un café el descubrimiento de Silvina. El amigo se presentó inesperadamente, revoleando un yunke con forma de valija. Suele desayunar en el mismo lugar hace años (pero yo no lo veo hace por lo menos dos) a dos cuadras de tribunales. En la profesión es un tipo con cierto renombre. Gracias a este renombre se cree autorizado a invitarme el desayuno, que acepto.

 

Mis conversaciones con amigos son, temáticamente, embudos. Empezamos a hablar de cualquier cosa y terminamos forzosamente en la narración de polvos. Me cuenta de una pendeja de misiones que se está comiendo “ad honorem”. De sus amigas del ambiente en capital. Intento retrucar con algún dato de mi cosecha personal, pero es evidente que me supera en todo aspecto. El tipo es un cogedor masivo.

 

Cuando viene el mozo con la cuenta, me pone a prueba:

 

-¿Te acordás de Silvina, la bailarina?

-Claro, pendejón bestial. Retirada (esto último dicho con suficiencia, apagando el pucho en el cenicero).

- No más. Me mandó un texto hace un par de días. Se peleó con el novio y quiere recuperar el tiempo perdido.

-Ajá. Como Proust (la referencia culta se la mando por boga chapucero).

-Ponele. La vi ayer. No sabés lo que está. Y lo que garcha.

 

Silvina. La conocimos cuando bailaba en un nightclub de Recoleta, hace unos años. En esa época tenía 21, un lomo de reputísima madre, cara de loba hambrienta y una auténtica vocación de pija. Nos peleábamos con el boga por salir con ella. La flaca terminaba su tarima, nos pasaba por al lado y nos transaba en tándem. Me hacía chuparle las tetas en un sillón mientras lo miraba al otro, turrita. Como nunca nos poníamos de acuerdo, tirábamos una moneda para ver quién se la llevaba. Mayoritariamente era yo.

Pero un día fuimos y no estaba. “Dejó la noche”, mintió uno de los encargados, que también se la fifaba. Un viejo. Los viejos no rinden culto a la verdad, es sabido.

 

-¿Sigue partiéndose la flaca?

-No comments. Está igual o mejor que antes. Me le prendí a las tetas como un lactante. Al culo como un caníbal. Le encanta coger, es evidente.

-Me vas a anotar el número (y le paso una servilleta, un gesto que vi en alguna película, seguramente) y el gift acá. El café lo pago yo. Y si no te gusta te vas a la puta que te parió.

 

Al día siguiente me voy reflejando en el espejo retrovisor del taxi que me llevaba a la casa de Silvina. Es una manía, me preocupo más por la presencia cuando veo a una Escorts que cuando salgo con una minita legítima. El tacho corría por libertador convertido en pista, poca actividad en las plazas, mucha gente de vacaciones, dice.

Llegamos al bulito en pleno Palermo. Es un caserón colonial, simpático. Baja a abrirme ella con un vestido de otro partido: animal print furioso ceñido al cuerpo, escote repleto, curvas destacando en la cintura y en el nacimiento de la espalda. El pelo lacio negro le llovía sobre la nuca. Estaba maquillada como para ir a cenar. Mentalmente, iba preparado para mucho menos. No me preocupé por disimular la excitación:

 

-¡Yegua!

-Jaja. ¿Qué hacés nene? Tanto tiempo…

 

Se acordaba o fingía muy bien, no me importó. Me resulta difícil creer que una mina así tenga memoria para la especie de tipos que se debaten por sus curvas, clientes o no. Es algo que lleva en la mirada, una mezcla de orgullo y de conciencia de estar tremendamente buena. Me da un chupón y me hace pasar.

 

En el cuarto supe que cualquier intento de mi parte por “romper el hielo”, algo que hago siempre en estos casos, iba a ser contraproducente. La chica no consideraba que hubiera ningún hielo por romper: interrumpió mi primera frase con un beso de lengua fulminante. Mientras me transaba llevó mis manos a su culo ajustado en el animal print. Me tiró en la cama, arremolinándose encima y ofreciéndome, sin haber parado de besarme un segundo, dos tetas espectaculares. El vestido, corrido por encima del torso, dejaba al aire un culo en sintonía con el resto del cuerpo; esto es, hermoso. Hubiera necesitado varias manos para acariciar todo lo que quería, para hundirme plenamente en el frenesí de sensaciones. Silvina seguía siendo una pendeja, lo marcaba su apetito. Lo marcaba su boca tirándome la goma con avidez real. El boga tenía razón, es evidente que le gusta coger.

 

El primer polvo fue una gesta, épico. Si todos los polvos de todo el mundo fueran así siempre, la dicha sería una obligación, un lugar común. Así me sentía: feliz. La pendeja estaba, sin énfasis absurdos, del carajo. Cintura de chica de gim, tetas hechas pero bien, con caída espléndida, enormes, suaves. Cola parada y carnosa, muchas curvas por doquier, armónicamente voluptuosa.

Y cogía, sino con amor, con entera dedicación. Garcha, sino con pasión, con absoluto fervor. De todas las combinaciones que el mercado erótico ofrece en este rubro, estar buena y saber coger difícilmente se presentan de la mano. Silvina reúne, en este sentido estricto, mi ideal de escort.

 

Prescindo de narrar el segundo polvo. Fue de calidad idéntica al primero, con variantes de tipo formal. Me empecé a vestir mientras iba hasta la cocina a traerme una sprite. Era la primera vez que estaba en su casa. Todos nuestros encuentros anteriores fueron en el hotel frente al cementerio, en Recoleta. Me trae la gaseosa y mientras apuro el sorbo, mirándome de soslayo, me desafía:

 

-No sos feo vos. Ahora que te veo estás bastante bien. En algún momento podrías invitarme a bailar, por acá.

 

No le contesto, pensando que al boga seguramente le habrá dicho lo mismo. Esta vez, no habíamos tirado ninguna moneda para estimular la suerte, pero la presencia del otro era tan palpable como entonces. Era una mujer que exhortaba a competir, a matar- llegado el caso- por tenerla.

 

En el taxi, haciendo la recapitulación del polvo, se me dibujaba una sonrisa. El tacho corría por libertador, y ahora era el tipo el que me miraba por el espejito retrovisor:

 

-¿Contento amigo?

-Te quedás corto. Si te apurás, te cuento con detalles la historia del mejor polvo de mi vida. Total hay poca gente en la calle, mucha de vacaciones, ¿no?

 

 

PD: a eventuales interesados, paso data y fotos por MP.

 

Saludos.

"Sin placer no hay vida. El combate por el placer es el combate por la vida."F. Nietszche. "Ya entonces presentía que la belleza, y los placeres que depara, valen todo sacrificio e incluso toda humillación". M.Yourcenar.

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Respuesta: Silvina, pendeja increible en Palermo

 

Excelente relato y XP compa.

 

Gift?

 

Chau. Felicidades.

 

 

Gracias!

 

$800.

"Sin placer no hay vida. El combate por el placer es el combate por la vida."F. Nietszche. "Ya entonces presentía que la belleza, y los placeres que depara, valen todo sacrificio e incluso toda humillación". M.Yourcenar.

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Respuesta: Silvina, pendeja increible en Palermo

 

Felicitaciones y gracias por compartir la xp, me gusto la forma como la contaste :smile:

 

 

De nada, es un placer compartir data cuando se puede.

 

Slds

"Sin placer no hay vida. El combate por el placer es el combate por la vida."F. Nietszche. "Ya entonces presentía que la belleza, y los placeres que depara, valen todo sacrificio e incluso toda humillación". M.Yourcenar.

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Respuesta: Silvina, pendeja increible en Palermo

 

Necesito el socorro de algún iniciado. Me veo en dificultades para adjuntar archivos en mensajes privados...

"Sin placer no hay vida. El combate por el placer es el combate por la vida."F. Nietszche. "Ya entonces presentía que la belleza, y los placeres que depara, valen todo sacrificio e incluso toda humillación". M.Yourcenar.

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Respuesta: Silvina, pendeja increible en Palermo

 

Sr. Tomatis, por su manera de relatar la gran experiencia vivida con Silvina, no tengo mas que felicitarlo y envidiarlo sanamente. Aunque aliviaria mi envidia el poder conocer a esta "Hembra en Celo", como ud la describe o yo deduzco. Felicidades y gracias por compartir esta Experiencia con el foro. Saludos.

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