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Recuerdos de una gran madama... y de un hermoso bar.

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Lautaro Bi

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Hace ya muchos años, había un bar en la esquina de la Av. Alvear y Schiaffino que se llamaba Vía Venetto. Era de los hermanos Arslanian, nada que ver con el ex juez, que eran también los dueños de Juan Boliche sobre la Av. Santa Fe.

 

En esa época, hablo de unos 25 a 30 años atrás, era un bar frecuentado por la farándula (Sofovich y otros), empresarios y algunos deportistas (Monzón, etc.) y representantes de futbolistas como Aloisio. Políticos, y en general personas de muy buen poder adquisitivo. Estaba abierto las 24 horas, con unas mesas sobre la vereda de Schiaffino, donde uno llegara a la hora que llegara, siempre se encontraba con algún amigo como para justificar no irse a dormir.

 

El clásico, era caer a eso de las 4 de la mañana, habiendo fracasado con los levantes a comerse un sandwiche de lomo y tomar una copa de champagne compartiendo la soledad y dándonos ánimos entre amigos, para desearnos una mejor caza al día siguiente.

 

También en esa época frecuentaba el boliche la hermana del joyero Saúl. Una joyería que estaba en la Av. Quintana y la hermana del joyero manejaba a unas cuantas señoritas. No eran exactamente prostitutas. Eran más bien unas chicas muy divertidas, que estaban atravesando un pequeño problema económico y que necesitaban que uno les diera una manito para pagar los gastos. Más que una manito, pedían un brazo, pero lo importante era que las chicas eran un encanto. No había feas, ni aburridas. Esta señora tenía la "suerte" de conocer a las mejores chicas de Buenos Aires.

 

A veces, cuando uno no se resignaba a esa desgracia de no haber conseguido nada "vocacional", recurría a esta espléndida señora, siempre vestida como para una recepción principesca y que "conocía" a unas señoritas que eran como para entusiasmarse. En esos años, hablábamos de dólares en las cotizaciones. Nada de pavadas. Ni mucho menos de regateos, desde luego. Eso era algo muy mal visto.

 

Via Venetto no era un bar como el que estaba en la cuadra de Mau Mau, que si mal no recuerdo se llamaba El Velero, ni como Cristóbal Colón, que directamente las chicas estaban allí.

 

Pero si estaba la madama, esta las llamaba y las chicas llegaban sonriendo, engalanadas de punta en blanco, y perfumadas como para embriagarse entre sus tetas. Que siempre eran generosas, sin llegar a ser pornográficas.

 

¿Ustedes recuerdan a otras dignas señoras, o señores, que hayan realizado este antiguo oficio con tanta eficiencia, elegancia y distinción?

 

 

 

Lautaro¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!¡O juremos con gloria morir!

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